PRÓLOGO. DAIMONOLOGÍA. LA FUGA DEL SER
(Del embarcarse en un amor tormentoso, del arrebatamiento de la personalidad, de la lucha por la propia recuperación)


Me encuentro fuera de mí, 

invadido por la enajenación que, ya hace tiempo, 

reside en lo más profundo de mi ser.


I


Los otoños surgieron constantes con sus desarraigadas hojas secas 

que en acción de prepotencia, decidieron embarcarse en un viaje más allá de su naturaleza arbórea,

en un viaje que ni ellas mismas podían anticipar.

Así, como esos tallos desprendidos, me veo en estos instantes.

Un respirar más allá de mis propios pulmones sin noción alguna del acontecer que se me presenta.


II


Era hermosura en estado pleno lo que la bella muchacha ofrecía, y cómo iba a ser yo, mísero mortal,

capaz de hacer uso de la fortaleza estoica cuando apenas vivo a impulsos.

Cuando tomé comprensión de la situación, ya estaba inmerso en las profundidades más oscuras del amor tormentoso,

del romance que iba a hacerme perder la identidad.


III


Pero ¿qué es la identidad? ¿Acaso no fluimos, constantemente, contribuyendo con ello a la mutabilidad de la misma?

¿Quizás no podemos afirmar que nunca somos el mismo cuando nos definimos en la temporalidad?

Únicamente eran cuestiones que trataban de alimentar el proyecto suicida en el que me había embarcado,

al aceptar someterme, ante el florecimiento primaveral del que ella participaba.

Y los atardeceres dejaban de satisfacer con su serena armonía.


IV


Con la simple aceptación me veía constituyendo, con mi todo, una figura que se perdía en el horizonte,

más allá de toda coherencia, para aturdir todo lo que había venido construyendo a lo largo de escarpados años que, ahora, dejaban entrever el ascenso sutil de musgos por las vitales extremidades.

¿Y qué podía hacer? La caracterización biológica suele someter las tímidas voces de la reflexión.


V


Y el cuerpo estático, atrapado, en pleno centro del denso bosque,

con la mente tratando de ceñirse al repertorio de ideas que creía tan mías que las había, incluso, defendido a plena luz.

Pero ahora, no podía ni siquiera acercarme a sus semejanzas, no podía saber absolutamente nada acerca de mí mismo

por estar tan alejado de los más cálidos hogares.


VI


¡Madre! Tus fundamentos se balancean en estas tierras y no sé cómo dirigir los lastres de estas riendas.

¡Padre! No hay rastro de tu fortaleza en lo deshabitado.


VII


Tan aturdido no se puede alcanzar más que a mirar la tierra que te atrapa y cómo el cuerpo se consume frente al desamparo.

Ya no se acerca uno a percibir los pedazos que constituyen lo que uno es y, entonces, solo se puede alzar la vista hacia los claros en busca de leyendas,

en persecución de dioses salvadores, pero es tardío: los diablos han atrapado los pies para impedir el avance por senderos apacibles.


VIII


Retorno es voluntad cuando te ves separado de principios raciales.


IX


La chica había depositado en mí las semillas prohibidas e, inconscientemente, mi predisposición estaba destinada hacia tierras extranjeras, hacia esos lugares de los que nadie ha regresado jamás.


X


Y así, se tiñeron las noches de cálidas luces, de terciopelos y aromas cromáticos en donde construimos paisajes desprovistos de migas de pan. Así, entramos en espesuras donde acontecimos el único reflejo luminoso en el que depositar referencias.


XI


Cuando uno se ciñe a las sedas eróticas la fragilidad se impone como substancia.


XII


La luz que transportábamos en nosotros fue menguando y terminó por transformarse en vapores, en humaredas obscuras, y no había ni un claro en el bosque donde suplicar el amparo de la luna.

Es entonces cuando, alejándote del proyecto suicida, tratas de redescubrirte, de resubjetivarte para regresar al punto de partida.

¡Y el inicio está tan alejado de este pobre desgraciado!


XIII


Ni un suspiro de negro instante dejé pasar cuando me vi corriendo, sin rumbo, entre secos matorrales.

Corría y corrí hasta encontrarme desorientado, con el peso de lo sublime, ante la magnitud de raíces desproporcionadamente milenarias que, en el reposo, han presenciado la pérdida de incontables consciencias.

Ante los ramajes que han crecido frente al hundimiento de superhombres.


XIV


Aquí estoy, solo, aterrorizado y no hay manos a las que agarrarse, no hay caricias, no hay porcelanas, no hay regazos.

¿Cómo he podido terminar así cuando se anunciaban melodías de réquiem?

Embarcarse con Caronte sin consciencia te aleja de los campos del deseo y te sentencia a sostenerte sin rumbo.

Ella me arrancó las monedas de mis ojos al depositar la entrega.


XV


Y sin aliento avanzaba en la niebla, me arrastré hacia ideas de horizontes que se habían desdibujado en la aparente realidad que respiraba.

Sin sentidos, sin aprehensiones, solo guiándome con los pedazos de una mente empapada en lejanos pensamientos,

y caí, me hundí. Y los brotes tempranos ostentaban demasiada fortaleza para mi cansada existencia.


XVI


No queda más opción que tratar de abrazarse a los propios matices esenciales, más allá de construcciones: alcanzar lo que uno es en sí.

En las húmedas rocas en las que desperté el tiempo se paralizó y la contemplación emergió como elixir de resurrección.


XVII


Pasaron las más frías estaciones en la solitaria contemplación y no había ni rastro de señal humana. Únicamente mi persona y el gélido bosque en una especie de relación primordial.

Tejí los primeros matices del ser en la absoluta desolación: no había otro, no había porcelana; únicamente el bosque profundo y yo.